Copacabana entre tinieblas

Si bien en barrios de la Vía La Troncal se quedan sin energía durante los momentos de máximo consumo, los vecinos del Hotel Copacabana señalan la ausencia del servicio hace medio año.


“Ya se apagó la luz. Hace cinco minutos”. La impotencia invade de nuevo a Sugeini Arteaga, una vecina del Hotel Copacabana ubicado en la Vía La Troncal, que conecta al Magdalena con La Guajira. Ella muestra con unas fotografías en su galería cómo se lo monta para iluminar su casa con un bombillo recargable. Como ella, las trece familias que habitan el hotel han estado sin electricidad desde hace más de cinco meses. “Al principio contábamos los minutos, luego los días, pero ya uno perdió la cuenta de la última vez que tuvimos luz”, relata.

El antiguo Hotel Copacabana, rodeado por los cuatro costados de algunos hostales y casas con paredes de distintos materiales, es el único que por las noches tiene las luces de sus habitaciones encendidas. Allí Sugeini muestra a la luz de una pequeña bombilla la que es desde hace un par de meses es su casa: una habitación con una cama sencilla, un par de sillas plásticas, un armario con ropa desgastada, una mesa de madera y una pequeña cocina y baño. “Aquí vivo desde hace dos meses, desde que me quedé sin nada”, explica la mujer, que migró desde Venezuela luego de quedarse sin trabajo y sin ahorros.

Al igual que ella, las demás familias que viven en el hotel han llegado al ser reubicados por Migración Colombia. “Nosotros estamos agradecidos por tener una vivienda, por tener un techo, por no estar a la intemperie. Pero estamos viviendo en unas condiciones inhumanas. El mayor problema que tenemos es el de la energía. No duermo bien del calor que hace. ¡Y en el día es peor! Debemos salir porque las casas se vuelven unas calderas”, explica.

Gracias a nuestras soluciones, cientos de familias han podido acceder por primera vez a la electricidad.

Entre la ausencia y la desidia

El sol de abril calienta la fachada del bloque de pisos construidos durante la primera década del 2000 para recibir turistas. Hoy en día sus instalaciones acogen a familias migrantes y evidencian el paso del tiempo y el abandono institucional. Decenas de ventanales absorben el calor y el polvo del desierto.

En Copacabana también se encuentran personas vulnerables: “Hay un señor mayor que es diabético. La familia en muchas ocasiones debe pagar en las casas que tienen luz para que les refrigeren las dosis de insulina, de lo contrario esa medicina se pierde”. Tampoco lo tienen fácil los que teletrabajan o estudian de forma virtual. Sugeini por ejemplo, a diario camina hasta una estación de gasolina lejana para cargar su teléfono: “El teléfono es muy necesario para que los niños hagan sus tareas, pero ¿cómo hace uno si no tiene cómo cargarlo y mucho menos internet?”, pregunta. Además, denuncia que en ocasiones los dispositivos misteriosamente se pierden y nadie responde por ellos.

Copacabana no es el único sitio que sufre por la ausencia del suministro, también pasa en los demás edificios, comercios y asentamientos e invasiones que hay a lo largo de la vía. Las autoridades responsabilizan a las sobrecargas producidas a causa de los domicilios enganchados ilegalmente en la red han producido que las familias sufran constantes cortes de luz o la suspensión misma del servicio, independientemente de si pagan las facturas o no.

Hace más de un mes los vecinos protestaron en la vía por la falta de energía, pero un despliegue policial disuadió las manifestaciones. “La pandemia tampoco está poniendo las cosas fáciles, aquí la gente mayor tiene miedo del virus, pero les toca salir de sus casas para rebuscarse la vida o para no morir de calor”, cuenta Sugeini.

Pese a que la empresa prestadora de energía atribuye el problema a las conexiones ilegales, los vecinos están convencidos de que la red es deficitaria y que no se han hecho las inversiones pertinentes: “Aquí nunca ha venido un técnico a revisar el estado de la energía eléctrica. Pero eso sí, los recibos llegan puntuales”, agrega.

Mientras tanto, el malestar crece entre los vecinos después de meses sin apenas suministro en buena parte del sector. Hoy las familias se desplazan para darle vida a los pocos electrodomésticos que funcionan con carga. Ellos esperan que el problema se resuelva mejor tarde que nunca para que la vida en el Copacabana deje de estar entre tinieblas.  

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