“La lluvia es una bendición. Pero también nos trae el problema de que los carrotanques no pueden acceder al barrio porque las vías se tornan de barro. Me ha tocado devolver varios carrotanques porque eso se pone feo”. Estas palabras de Mercedes Gómez, líder comunitaria de La Paz, captan bien la resistencia y la fuerza de quienes habitan ese rincón de Cartagena.
La comunidad de La Paz está ubicada en el extramuro de Cartagena, a 45 minutos de su Centro Histórico, y hace parte de los barrios aledaños a la zona industrial de Mamonal. La Paz es un territorio de pintorescas viviendas fundado con pico y palo un 15 de septiembre hace diez años.
Desde su fundación, la comunidad de La Paz se ha visto en la obligación de reinventarse, “de manera que continuamente estamos empezando desde cero”, señala Mercedes. “Si bien es cierto que siempre nos las hemos arreglado solos, ahora, 2020 nos ha sorprendido y puesto a prueba”, añade. Las numerosas limitantes como la falta de puestos de salud, seguridad alimentaria, seguridad estatal y agua potable han puesto en riesgo la capacidad de reinventarse de sus habitantes.
Mercedes señala que al inicio de la pandemia los invadieron las dudas: “¿tendremos la capacidad de hacerle frente a esta pandemia?, ¿contamos con las herramientas necesarias?, ¿tenemos médicos?”. A todas estas preguntas, la respuesta es y ha sido siempre un rotundo no.
En Arroz Barato, barrio con el que limita, se encuentra el único Centro de Salud al que pueden acceder sus pobladores. De sus instalaciones también dependen más de siete comunidades como El Mirador, Henequén y 20 de Julio. En el lugar, las condiciones de la infraestructura, los equipos y las herramientas dejan mucho que desear, señalan algunos pacientes.
Los habitantes de La Paz son conscientes de que los adultos mayores son la población con mayor riesgo de contraer el Covid-19, por eso, entre ellos realizan visitas constantes a esa población para asegurarse de que tienen un buen estado de salud y que no les hagan falta alimentos y productos de higiene. “Por cada calle tenemos una líder que le hace seguimiento a los ancianos. Aquí organizamos colectas de alimentos con los vecinos, cada quien aporta lo que puede; las ayudas humanitarias que provee la Alcaldía solo nos llegaron una vez, hace unos días, después de dos meses de cuarentena. Gracias a Dios contamos con el apoyo de una organización que viene cada 20 días a traernos alimentos”, expresa Mercedes.
En La Paz, la mayoría de las familias se dedican al trabajo informal. Algunos son vendedores ambulantes que siguen saliendo con sus carretillas a vender; otros trabajan en Bazurto echándose el costal al hombro; las mujeres principalmente son amas de casa. “Aquí son pocos los que trabajan en empresas”, agrega, “algo que nos ha servido mucho son los subsidios del Gobierno, con los jóvenes, adultos mayores y familias que están en los programas de ayuda”.
Energía para las altas temperaturas
Hay que tener en cuenta que el covid-19 ha cambiado el panorama de la demanda de energía eléctrica en el país. En mayo, la generación promedio de energía fue de 174,7 gigavatios-hora por día, mayor en 4,8% a los 166,6 gigavatios hora de abril, según los últimos reportes de XM, filial de ISA que administra el mercado eléctrico.
En las casas de La Paz los electrodomésticos más usados son los ventiladores. Para Mercedes, se vuelve indispensable que las aspas se mantengan ventilando entre las 9 a.m. y las 5 p.m. debido al calor apabullante que llega a cortar la respiración. Ella como líder es la encargada de seguir los pagos de las facturas eléctricas. “Aquí la factura más alta viene en $40.000 o $45.000. A las tiendas, que siempre consumen más energía, les llega de $100.000 en adelante”, sostiene.
Sin embargo, en los últimos meses los transformadores han explotado en varias ocasiones, debido a la energía extra que calienta y derrite sus circuitos. Los vecinos de La Paz responsabilizan a Electricaribe, la empresa encargada de la distribución y comercialización de energía en la Región Caribe, por su poco compromiso con la instalación de un tercer transformador en el sector. “Aquí llevamos cuatro años con ese transformador y electricaribe no ha querido instalarlo. Le falta un poste. Yo coloqué uno, ellos colocan otro y falta otro. Aquí respetamos sus parámetros, porque sino hace rato la comunidad lo hubiera puesto”, afirma Mercedes, “nosotros mismos hemos puesto las lámparas y reflectores que hay. Pero no damos abasto para una cobertura de todo el barrio. Por eso en los rincones oscuros se aprovechan los dueños de lo ajeno”.
¿Barrios urbanos sin agua y saneamiento?
“La pandemia nos ha servido para muchas cosas. Dios nos manda señales para aprender”, es la respuesta que obtenemos al preguntar sobre el problema del agua y alcantarillado.
En La Paz no cuentan con alcantarillado, las familias tienen baños artesanales o fosas sépticas. En los terrenos abandonados se hallan focos de contagio a raíz de las heces fecales y desperdicios arrojados. “Aquí las enfermedades que más se han visto son brotes en la piel. Los niños se llenan de granitos. Yo digo que es el agua no potable con la que se bañan. Esto antes era un relleno, entonces también puede ser por la tierra. Los vecinos dicen que la tierra es muy contaminante”, señala Mercedes.
Antes de la pandemia, los habitantes conseguían agua en Arroz Barato. Debían bajar a una finca a que les vendieran agua. Cuando los dueños del predio no estaban de buen humor, tenían que regresar a casa con sus tarros y tanques vacíos.
Los dueños de la finca “nos vendían a $200 el tanque de agua. Las personas mayores le pagaban a niños para que jarrearan el agua hasta sus casas, esos niños cobran $500 por tanque transportado. Algunos le cobran $1000 a los que viven más arriba en la loma”, afirma Mercedes. Desde el mes de abril la Alcaldía ha dispuesto carrotanques para abastecer a las comunidades que no cuentan con el servicio, “con los carrotanques la situación económica se ha aliviado un poco, porque ahora el agua se recoge en la puerta de la casa”.
Mercedes relata que cuando se decretó la cuarentena en Cartagena, en su comunidad las compras que se priorizaron fueron tanques para almacenar el agua. Hoy en día estos escasean. “Hace poco en Henequén nos comenzar a ofrecer unos tanques de lata, que vienen pintados por dentro, pero a las amas de casa no les gustan porque quieren son los otros, los de plástico”.
Cada lunes y jueves van tres carrotanques para abastecer de agua a 550 familias en La Paz. El agua no tiene ningún tratamiento posterior, sino que se maneja directamente como viene en el carrotanque, confiando en que sea un agua potable segura.
Mensualmente, funcionarios de Acuacar les entregan un acta donde anotan la cantidad de carrotanques de los que disponen en el mes. “Este mes nos entregaron 27 vales, por cada carrotanque firmamos un vale. En caso de que no nos alcancen no nos entregan el agua”, nos cuenta Mercedes mientras firma el acta de entrega de los carrotanques del jueves. Pese a las circunstancias y limitaciones, en La Paz la solidaridad es notable: los vecinos que alcanzaron a adquirir recipientes grandes comparten el agua con sus copartidarios cuando a estos se les acaba.
“Los de la empresa de carrotanques se quejan porque hay muchos tanques pequeños y los encargados de la distribución del agua se cansan mucho llenándolos, pero nosotros tratamos de que entiendan que nunca habíamos recibido agua en carrotanques, sino que nos montábamos el agua en el hombro para jarrearla a las casas. Ahorita no hay nada abierto donde podamos comprarla, toca tener paciencia”, finaliza.
Solidaridad: Motor de cambio
A inicios de junio entregamos 300 tapabocas a la comunidad con el apoyo de la Cooperativa Tejiendo Paz y Manifiesta Colombia. Queda claro que, si hablamos de reinventarnos, en Colombia se están haciendo visibles liderazgos comunitarios que construyen territorio.
No queda más que agradecer a los líderes comunitarios como Mercedes, por su gran trabajo, entrega y compromiso por el territorio.
Un comentario
Hola!
Me llamo Mariana y llevo alrededor de un año siguiéndolos en redes porque me encanta lo que hacen. Soy ingeniera mecánica de Los Andes y actualmente trabajo como ingeniera solar en Holanda. Desde el próximo año voy a tener unas horas libres a la semana y quiero involucrarme con proyectos en Colombia que ayuden a las comunidades olvidadas. Espero su respuesta 🙂