El proyecto hidroeléctrico Ituango, o “Hidroituango”, tiene como eje central el abastecimiento de energía para el territorio nacional. Para ello hará uso de uno de nuestros más importantes recursos hídricos, el río Cauca. La obra en sí es la más ambiciosa entre los proyectos energéticos del país, porque se extiende en más de 520,000 hectáreas. Sin embargo, más allá de los beneficios a los que se aspira llegar, en los últimos meses las noticias negativas en los ámbitos medioambientales y sociales lo han opacado. En alianza con Cuatro Palabras, conversamos durante el Hay Festival con Isabel Cristina Zuleta, vocera del movimiento Ríos Vivos, sobre el futuro de la hidroeléctrica y su impacto en la región antioqueña.
El río y la presa
Empresas públicas de Medellín, EPM, es la entidad a cargo de la hidroeléctrica. El río Cauca, el segundo río más grande del país, es la fuente hídrica de la que depende el proyecto. La construcción comprende una presa, una central subterránea y dos túneles por los que se desvía el cauce del río. De acuerdo con EPM, este abastecerá el 17% de la demanda energética del país, lo que se traduce a 2,400 MW, y empleará a más de 6.000 habitantes de los doce municipios a su alrededor.
Para Isabel, con Hidroituango el río Cauca dejó de ocupar el segundo lugar en importancia de arterias fluviales del país, “las industrias cementeras, cañeras, los monocultivos de cítricos, las minas de oro, el Eje Cafetero se abastecen con él. Incluso Cali, siendo la tercera ciudad más importante del país, se abastece de su agua al menos un 80 por ciento”.
Entre abril y mayo de 2018, hubo una serie de derrumbes en el río, que generaron el taponamiento de dos de los túneles del proyecto. La respuesta de EPM incrementó el cauce del río, poniendo en peligro a varias de las poblaciones aledañas. En enero de 2019, la entidad reportó daños en partes importantes de la construcción, lo que motivó al cierre fortuito de las compuertas de la obra. En consecuencia, el cauce del río disminuyó de forma dramática hasta el 8 de febrero, conllevando a la mortandad de miles de peces, problemas de erosión y afectaciones a la calidad del agua.
Isabel desde su perspectiva medioambiental, sostiene que “la dinámica de un río es ser libre, retenerlo atenta contra la naturaleza. Al tratar de controlarlo, no solo se afecta el agua, también a sus montañas, su flora y fauna, la vida acuática, terrestre y a las comunidades que se benefician de este. La ANLA (Autoridad Nacional de Licencias Ambientales) sabía que EPM cerraría las compuertas y mataría la vida marina. Hoy hay un temor infundido en las poblaciones ubicadas en la extensión del Cauca, sus habitantes sienten impotencia ante lo que pasará si tiembla, si vuelve a destaparse el túnel colapsado, si el vertedero y las montañas no aguantan, si no recuperamos a las aves y peces”.
Una emergencia social
Hidroituango cuenta con un plan de manejo ambiental (PMA), con una reserva de 250 millones de dólares para minimizar los daños en situaciones que afecten el medio ambiente. No obstante, más allá de las circunstancias ambientales, se ha impactado fuertemente a actividades económicas como la pesca, que en municipios como Puerto Valdivia e Ituango son el pilar de su economía y desarrollo.
“El río Cauca durante generaciones ha sido llamado el ‘río de oro’, porque en sus riberas se practica la minería. Pero el oro también se debe a la asociación de sus aguas a deidades; el asentamiento Nutabe estaba en el corregimiento de Orobajo, en el tramo “Cañón del Cauca”, y desapareció bajo las aguas de Hidroituango en 2018. Hoy en día la comunidad está fragmentada, sus familias se dispersaron”, opina Isabel, “las comunidades Zenú en el Bajo Cauca, los Nasa en el Alto y Medio Cauca, La Mojana y otros pueblos anfibios, no cuentan con vías de acceso distintas al río. Pese al daño, estas comunidades continúan venerándolo”, agrega.
Una característica que agrava la situación es que las informaciones que se han circulado no han sido claras. La opinión pública tiene una verdad a medias. Zuleta opina que “desmantelarla también es una opción, es un proyecto peligroso para la región y el país. Mientras la hidroeléctrica siga funcionando, será una bomba de tiempo antes de que ocurra otro desastre”.
Lo cierto es que el caso debe ser analizado teniendo en cuenta tres opciones: reducir la capacidad de generación de energía de la presa hasta en un 40% de su capacidad, consensuando con los promotores del proyecto para anteponer seguridad sobre intereses económicos; desmantelarla, siendo una opción con afectaciones negativas a la economía nacional; o utilizar fuentes de energía transitorias que prioricen la relación medioambiente – abastecimiento energético – desarrollo territorial, llegando hasta la última milla de las veredas apartadas haciendo uso de la energía solar y eólica mientras se encuentra solución al drama de la arteria fluvial del Cauca y la hidroeléctrica.