Estas son diferentes historias de personajes del caribe colombiano y su relación con el agua. Se contaron durante el taller de Edición Literaria que realizó La Feria del Libro de Barranquilla LIBRAQ.
Primera Historia: El agua de Palermo Por Natalie Berdugo Cañón
Paso por el puente que siempre me da miedo pasar, ese mismo que en mis sueños se convierte en una clase de montaña rusa o atracción fatal. En 15 minutos el bus traviesa el puente que divide Barranquilla de Palermo y en la mitad de ellos se encuentra, La Magdalena. Una masa de agua imponente, profunda y color tierra que recorre la mitad del país y muere con sus secretos, testimonios y recorridos, aquí en el Atlántico se encuentra con el mar.
Finalmente llegamos a Palermo, caminamos hacia la comunidad de Villa Clarín por un sendero a un lado del río. En sus caños delgados que entran serenos, nos encontramos con la señalización: “cuidado con el caimán”. El calor sofocante, el ambiente húmedo y el sol picante me hacen admirar a los hombres que al parecer trabajan pescando dentro del pequeño caño. Logramos ver las pequeñas y medianas casas de madera o ladrillo y seguimos los caminos de arena. Es domingo y la música de los estancos resuena en unas cuadras, amigos se toman una o varias cervezas, otros prefieren refugiarse del calor dentro de sus casas y algunos se preparan para ir a la iglesia o para reunirse con los demás habitantes. “Yo tomo el agua y no me pasa nada”, me comenta una de las señoras que se encuentra en el grupo que me asignaron para guiar la actividad social, habla del agua que consumen en Villa Clarín. “Algunos la toman, a mi salen manchas en la piel y me dan dolores de estómago” me comenta otra de las mujeres. Rápidamente entiendo lo que hacían los hombres en el pequeño caño, destapaban la motobomba que lleva el agua al pueblo. “Nosotros compramos agua en la tienda, porque el agua que viene del río es muy sucia, la usamos para tomar, cocinar y bañarnos” comenta otra de ellas. “La triple AAA no llega aquí” agregan. Sin duda, comparé mi realidad con la de ellas, me hace recordar el agua que sale de mi grifo todos los días sin ninguna situación, me hace pensar en cuantas veces uso el agua al día, pero aún más importante, me hace analizar cuantas veces en mi día a día no soy consciente de esto.
El agua del río Magdalena continua bajando por un lado de Palermo y desemboca a unos cuantos kilómetros, en Tajamares de Bocas de Ceniza, donde se encuentra con el mar dejando los residuos de todo un país, además de su secretos, testimonios y recorridos.
Segunda historia. 5 segundos. Por Liane Daza
Tomando el vaso entre sus manos, Paul vio, con sus enormes ojos azules, cómo las partículas bailaban hasta asentarse en el fondo del vaso. Contó un minuto con seis segundos hasta que el líquido quedó finalmente cristalino. ¿Cómo son capaces de tomarse esta agua?, ¡un sorbo de esto me puede matar! Viviré a punta de Evian*, pensó irónico.
Habían pasado de dos días desde su llegada a Puerto Colombia, cuando decidió darle la oportunidad al elemento. Llegó de Alemania, su país de origen, donde la calidad del agua era la mineral. Su ironía se hizo realidad, pero con producción de agua nacional. Ya lleva 8 meses y cada dos días llegan botellas plásticas de 3 litros, que se iban acumulando en una gran torre transparente en el patio de su casa. La primera solución a todo el residuo generado, y no confiando en el sistema de recolección de basura del pueblo teniendo tan cerca el mar, fue reciclarlo. Cada mes lo llevaba a Barranquilla
a una empresa que se encarga del proceso.
Hace dos semanas surgió la idea de la reutilización. Conoció a un señor del pueblo que le contó la importancia de estas botellas en su barrio, donde no llega el agua y estas son su sistema de almacenaje, un bien preciado. Cada 15 días vendrán del barrio a recogerlas y repartirlas. Ellos sienten que sus contenedores de agua han mejorado, ahora las partículas demoran después del trayecto de recolección solo 5 segundos para llegar al fondo de la botella.
*Agua mineral natural, obtenida de los Alpes franceses.