A Jenifer Colpas sus amigos le dicen que tuvo que irse a conocer la pobreza al otro lado del mundo, teniéndola en la puerta de casa. Y es que la vida a veces es caprichosa, pero al tiempo si apostamos por lo que nos dice nuestro corazón y sabemos leer las señales, no solo podemos cambiar nuestro destino, sino el de muchos a nuestro alrededor. Este fue el caso de Jenifer, que desde Cartagena, Colombia, nos cuenta su historia y la de Tierra Grata, la organización por la que dejó un puesto como coordinadora de negocios internacionales en la Cámara de Comercio, para cubrir los servicios básicos de aquellos que a duras penas cuentan con lo que se necesita para poder construir dignidad.
Escuchando la voz y necesidades de lo rural…
Tierra Grata tiene hoy una visión muy clara: ‘ser una empresa social con enfoque rural que provee de servicios básicos de agua, energía y saneamiento a comunidades sociales en América Latina’. Pero esa claridad no siempre estuvo ahí y éste es un claro ejemplo para los que quieren hacer algo y su excusa es que no saben qué es. Se puede encontrar el qué, quizás lo único que hay que hacer es escuchar…
Jenifer en 2011 estudiaba negocios internacionales. Acabó haciendo prácticas en una empresa en India, muy lejos de su Colombia natal para una compañía de tecnologías de la información. “Ahí me di cuenta que ese negocio no impactaba de forma positiva en la realidad que yo veía a diario fuera. Eso me marcó”
Regresando estudió Responsabilidad Social Corporativa y acabó trabajando en el sector social en las fabelas de Brasil: “Ahí me comencé a enamorar de las personas, mirándolas desde su potencialidad y no desde su necesidad”. Aunque al regresar a Colombia consiguió una buena posición y estaba en un momento interesante de su carrera para creer profesionalmente, ella seguía haciendo voluntariado y seguía soñando con la idea de iniciar su propio negocio social, pero no sabía dónde este futuro negocio iba a poner el foco.
Un día conoció a los que fueron después co-fundadores de Tierra Grata. “Los tres nos sentamos un día a hacer una lista de qué cosas podíamos hacer. Trabajar con colegios, habilitar más zonas de parques… se nos ocurrieron muchas ideas pero cuando íbamos a las comunidades y hablábamos con ellos, descubrimos que las necesidades que estaban más desatendidas en el mundo rural eran siempre las mismas: agua, energía y saneamiento. A estas zonas es más difícil llevarles estos servicios y nos dijimos: “¡Vamos a abrazar esta causa! y de ahí comenzamos”.
¿Obstáculos? sí, ¿resultados? ¡también!
La tarea del emprendedor social no está exenta de obstáculos. Sin duda conlleva la grata recompensa de generar un impacto positivo, pero los inicios nunca son fáciles. Por un lado, es duro avanzar y ser capaz de definir la figura legal más conveniente para tu proyecto. A base de prueba, error y aprendizaje, lo que comenzó siendo una fundación, es hoy también empresa. Un modelo híbrido que les ha servido para alcanzar una estabilidad hoy que les permite contar con una oficina y haber incorporando algunas personas más al equipo. “Durante dos años hemos logrado cubrir la operación de la organización y estamos cada día más cerca del punto de equilibrio”.
Por otra parte está obviamente la parte de encontrar recursos. “Al principio no sabíamos dónde buscarlos. Hacíamos rifas, fiestas de recaudación y luego entramos en contacto con el mundo de los fondos concursables. Encontramos que sobre todo en el exterior hay muchos recursos disponibles y ahora eso ya no nos para, además comenzamos a ofrecer servicios que las familias pagan para tener sus servicios de energía. De ahí no nos llegan muchos ingresos pues las familias no pueden pagar mucho, pero ese aspecto también ha marcado el rumbo del proyecto”.
Y es que cuando uno paga, se hace cargo. “Es muy diferente el baño que regalábamos al principio que el baño que tienen que pagar, por ejemplo, en dos semanas a uno de estos baños que tuvieron que costear ellos, lo cubrieron con un pequeño muro y le pusieron flores”.
Lo que se paga se cuida…
Un punto clave de el modelo de Tierra Grata es que los voluntarios vienen de la ciudad y co-crean con la comunidad. La comunidad es después la encargada del mantenimiento, de recoger los pagos mensuales, de reparar los postes de la comunidad si de dañan, etc…
Y es así que a día de hoy los resultados florecen. Tierra Grata ha instalado desde sus inicios en 2015 más de 300 tecnologías en 12 comunidades afectando positivamente la vida de más de 2.000 usuarios. Este es el principio. Aunque por ahora operan en el Caribe colombiano, su visión es extenderse por el país y convertirse en referente en la región.
Y es que hay mucho por hacer y estos chicos le tienen muchas ganas, por lo que no tenemos duda que ojalá muy pronto, el impacto se seguirá multiplicando y muchos sean los que puedan contar con más y mejores infraestructuras para su día a día.
Si te gustó su proyecto y quieres colaborar de alguna forma con ellos, no dejes de contactarlos o seguirlos en sus redes sociales, Facebook, Twitter o Instagram.
Publicado originalmente en: Idealist.