La codicia por el oro atrajo a distintos grupos armados a la subregión de Timbiquí, quienes se han disputado las grandes riquezas que anidan en el subsuelo mientras la población civil vive en la pobreza.
Eventualmente, el sonido estridente de dos piedras moliendo broza se escucha en el pueblo todo el día. Las máquinas arrasan con el oro de una zona que aún conserva vestigios de vegetación verde y frondosa, idónea para la siembra de maíz y arroz, según dicen sus habitantes.
Es el pueblo minero de Coteje, en el sur del Valle del Cauca. Una zona ubicada en la ruralidad de Timbiquí, en el Pacífico Colombiano.
Coteje es una zona agujereada. Las maquinarias son parte del paisaje cotidiano y para sus habitantes el oro que se extrae no compensa la falta de servicios como la electricidad y el agua potable, uno de los mayores problemas que también aqueja a las comunidades vecinas.
Miguel García, líder comunitario, califica la situación como compleja y difícil. “Coteje padece la carencia de agua potable, las tuberías son artesanales y conectadas por un sistema de bombeo, pero las fuentes de donde se extrae no son aptas para el consumo humano ya que son aguas agrias que salen con químicos, como resultado de malas prácticas en la extracción del oro. En el tema de la electricidad, carecemos de un servicio continúo de esta, ya que el servicio nos es prestado por escasas cinco horas diarias, lo cual afecta nuestro día a día”.
Para Miguel, la falta de estos servicios es consecuencia del abandono estatal que históricamente ha sufrido la comunidad. A su vez, esto ha propiciado la aparición de fenómenos como la minería ilegal, el narcotráfico y la violencia armada.
En Coteje, sus habitantes creen que pese a los esfuerzos que hace el gobierno local para frenar la alta contaminación y el rápido aumento de la minería ilegal, el Estado debe tener mayor presencia en esta zona, que es disputada por grupos armados por su riqueza en minerales.
En esta zona, el oro se extrae de forma industrial y artesanal. En la explotación industrial destacan las retroexcavadoras y las dragas en los lechos de los ríos, que son operados por las comunidades y supervisados por miembros de las disidencias de las Farc, Eln y guerrillas urbanas, que encuentran en este medio y en el narcotráfico una fuente de financiación para sus operaciones.
A nivel artesanal, el trabajo lo realizan los güiriseros, personas que se sitúan en la desembocadura de los ríos en busca de metales preciosos que recuperan por medio de la técnica del “barequeo” o “aguas corridas”. También emplean algunos métodos de generaciones anteriores, como la técnica del buceo a pulmón libre, que consiste en amarrarse una piedra en la cintura para sumergirse durante 3 o 4 minutos, y así extraer la tierra que contiene el metal.
“Mucha gente no quiere que hablemos de estos temas porque con la minería, sea legal o ilegal, se benefician muchas familias, ya que es la única fuente de ingresos para poder sobrevivir”, Manifiesta Miguel.
Paradójicamente, ese metal, que se viene extrayendo desde hace muchos años, no está generando bienestar. En Timbiquí, la cabecera municipal, el Índice de Pobreza Monetaria es de entre el 50 y 75%, y es el municipio con mayor índice de miseria en los hogares, con un 13,66%. Sin embargo, la importancia del municipio, más allá del oro, es su ubicación geoestratégica, ya que conecta la Cordillera Occidental, por la parte del Tambo, Argelia y Balboa, con la zona costera.
La fiebre del oro como fuente de ingresos
Los disidentes de las FARC, uno de los grupos con mayor presencia en Timbiquí, se ha mantenido aquí desde que se firmó el acuerdo de paz en 2016, y sus operaciones locales de extracción de oro están profundamente arraigadas. Ese mismo año, la Defensoría del Pueblo advirtió que la actividad minera llevada a cabo por actores armados representaría desafíos socioambientales para el departamento del Cauca. No se equivocaban.
Quien sí trabaja como operador de retroexcavadoras es Gustavo Banguera, a quien encontramos comprando víveres en una tienda local y por invitación de Miguel García accedió a hablar con nosotros. “La minería está matando a la gente, pero es necesaria para vivir otro poquito”, relata.
En sus manos y brazos hay marcas causadas por el mercurio que se usa para separar el oro de otros elementos. Él cree que su enfermedad es un hongo que le va comiendo la piel, y que la padecen todas las personas que se ven obligadas a buscar migajas de oro en los botaderos de las dragas. Varias personas en Coteje coinciden con él.
Sumado a esto, García cree que la minería, tanto industrial como artesanal, está contaminando las aguas del río Timbiquí. “Todo esto lo saben las autoridades y no han hecho absolutamente nada. Han pasado décadas y no existe ni desarrollo ni cambio en la forma de controlar la actividad”, señala, “la contaminación está por todo el río, y las personas de Timbiquí y su entorno peligran”.
Para él es cada vez más común que los nativos pasen de trabajar en la extracción tradicional a las minas mecanizadas, y que sus aspiraciones se centren en reunir capital suficiente para comprar su propia maquinaria y crear sus entables. “Los dueños de los entables le permiten a los barequeros rebuscarse buscando oro siempre y cuando no les afecten, e incluso adecúan mejor el terreno para que sea menos peligroso trabajar. Algunas veces la policía y el ejército hacen redadas e incautan o destruyen las máquinas, pero al poco tiempo los dueños ponen otras”, agrega.
Dadas las pocas oportunidades económicas, los trabajadores suelen regresar a las operaciones mineras desmanteladas. En ocasiones, fijan sus intereses en otras actividades ilícitas, como el cultivo de coca o la tala ilegal.
En promedio, un obrero minero gana entre 10 y 15 dólares al día, ya sea por extracción, acarreo o molienda de la broza. Parte de sus ingresos se destinan a comprar baterías y velas, para poder iluminarse durante las noches, o en la compra de químicos y pastillas purificadoras, para poder ingerir agua medianamente saludable.
Para Miguel, no hay una sola comunidad en la extensión del río Timbiquí en la que no haya gente soñadora y con esperanzas de una vida mejor. Para él es lamentable y penoso que desde el Gobierno Nacional no se brinde la atención necesaria a este problema, y que se afecten las vidas de las miles de familias que viven en Timbiquí y en su zona rural, que pasaron de respirar tranquilidad a vivir en medio de pleitos que genera la disputa por el control de oro. “Para nadie es secreto que hay grupos que han intimidado a la población y se han dado asesinatos, que en muchos casos toman como víctimas a gente inocente”, afirma, pero no entra en detalles por temor.
En esta subregión, el metal que ha sido el causante de grandes tragedias es el reflejo de una triste realidad donde el Estado ha sido el principal ausente y donde toda una población pareciera estar condenada a ser tan pobre que lo único que tienen es oro.
Energía solar para las familias del Pacífico
El pasado invierno en la vereda de Coteje, desde la Organización Tierra Grata llevamos a cabo nuestra PRIMERA instalación por fuera de la región Caribe, que en esta ocasión benefició a 180 familias.
La actividad contó con la entrega de 180 lámparas portátiles y la instalación de 30 postes para iluminar las calles del pueblo. Esta es una manera de contribuir a la mejoría de la calidad de vida de las cientos de familias que habitan esta zona.
Al respecto, Miguel García manifestó estar agradecido con Tierra Grata, sus aliados y Socios Gratos, porque gracias a ellos se impactó de manera positiva las vidas de los habitantes de Coteje, quienes sólo contaban con energía durante 5 horas diarias. “Esto es un gran avance, ya que podremos iluminarnos por las noches y nos sentiremos más seguros. Además, hay épocas en que las lluvias aumentan el nivel del río, y ante la falta de energía nos resultaba difícil movilizarnos o podíamos encontrarnos con algún animal; ahora será diferente“, agregó.
Agradecemos por su apoyo económico y logístico a TIKA, Recon, la Alcaldía de Timbiquí, la Patrulla Aérea Civil del Pacífico, Huge, Friends of Colombia y las decenas de donantes que se sumaron al crowdfunding “Comparte una Luz”, realizado en el primer semestre de 2021.
De esta manera, Tierra Grata llega hasta el corazón del Pacífico y confiamos en que esta será la primera de muchas intervenciones exitosas en otras regiones del país.