Heroínas de la ruralidad: Luchas y reconstruir la tierra

Hasta ahora, hemos emprendido un viaje extenso y agotador, que nos ha arrugado el corazón por las injusticias y desigualdades por las que atraviesan estas mujeres, nuestras mujeres. Pero también, ha sido una experiencia de reconocimiento de los liderazgos comunitarios que están latentes en cada territorio.

Por cada historia de violencia, abandono y dificultades, conocimos a mujeres valientes que se plantan como robles y encaran a las adversidades, sin importarles si arriesgan incluso su vida. Estas mujeres fuertes nos han enseñado cuáles son las cualidades que definen a una Heroína, sus poderes, sus principios, sus valores y su compromiso con la sociedad.

Así que hoy decidimos traerles una historia bellísima de reparación, emprendimiento y liderazgo protagonizada por una de nuestras heroínas. Nuestra Heroína se llama Gladys Pérez Baltazar, una mujer valiente que aprendió a liderar en medio de los sonidos de desesperanza y gaita.

Gladys es una mujer campesina de 40 años, bachiller y técnica en primera infancia en preescolar y gestión ambiental. Es la quinta hija de ocho hermanos de padres sucreños, criada en el campo con los saberes de sus ancestros trabajadores, y aunque no es Saladera de nacimiento, esta tierra la acogió como si fuera una saladera más. Su tez es morena y sus manos denotan la laboriosidad del campo. Además es ama de casa, mamá de tres hijos y abuela de una nieta. En la actualidad vive con otro adulto y dos menores de edad.

Ella cuenta que hasta ahora su mayor logro ha sido convertirse tabacalera de la zona de los Montes de María. Desde hace 8 años ha estado trabajando junto a otras mujeres cabezas de familia en un emprendimiento de tabaco tipo exportación, de ese que le gusta a los extranjeros, del que se saca de las tierras vírgenes del sur de Bolívar.

En esta región se ha cosechado la hoja cafecita del tabaco desde que se tiene memoria. También hay cultivos de productos como aguacates, cacao, yucas bien harinosas, ñame pa’ mote, maíz y ajonjolí.

Lo preocupante es que las tierras para cultivar hoy en día se han reducido y eso se debe en parte a las secuelas que ha dejado la violencia en esta zona y a las que nuestra Heroína se enfrenta a diario.

Hace 20 años, del 16 al 21 de febrero del 2000, cerca de 450 hombres pertenecientes al Bloque Norte de las AUC, irrumpieron en  las zonas rurales de Ovejas, El Salado y La Sierra, en Bolívar y Sucre. Estos paramilitares iban armados hasta los dientes y con el objetivo de torturar a sus habitantes y abusar de mujeres y niñas.

El 18 de febrero de ese mismo año, las ráfagas de metralla fueron orquestadas por el ruido de las gaitas de los músicos que fueron obligados a tocar. Ese febrero más de 60 personas fueron asesinadas en El Salado.

Antes de la masacre, en El Salado vivían unos 5000 habitantes. Tras más de 48 horas de terror, las familias decidieron salir de sus casas. Todos los habitantes empacaron sus pertenencias en camiones y se fueron, pese a que corría el rumor de que el camino estaba minado. Hoy en día, aquí hay poco más de 1000 habitantes.

En 2008, las tierras abandonadas fueron compradas por empresarios del interior del país para usarlas por ejemplo en proyectos de agroindustria. Bueno, “compradas” entre comillas, porque esas compraventas presuntamente no fueron del todo legales.

Hoy en día, Gladys al igual que cientos de habitantes de El Salado se enfrenta a las secuelas que dejó la violencia y que han impedido que vivan en paz. En toda esta historia, Gladys ha demostrado ser una Heroína valiente, guerrera, resistente y tenaz. Esos son sus poderes. Y con ellos se ha enfrentado por un lado, a la falta de agua potable y, por otro lado, al miedo.

En la mayoría de las veredas que conforman a El Salado, los campesinos tienen que recoger en albercas el agua de lluvia para poder consumirla. Aquí no cuentan con acueducto o con fuentes de agua cercanas. Por eso, cuando el agua almacenada se acaba, tienen que beber el agua contaminada que se empoza en los jagüeyes.

Además, en los últimos años, las sequías prolongadas han sido un dolor de cabeza para las familias. En la temporada seca, cuando se secan hasta los jagüeyes, la Alcaldía de El Carmen de Bolívar, que es su cabecera municipal, surte el líquido a través de carrotanques, pero estos escasamente les alcanzan para sobrevivir. A esto se le suma el problema de que esa agua tampoco es potable, por lo que las familias la consumen confiando en que no tengan bacterias o contaminantes.

En su rol de Heroína, Gladys recoge todas las quejas y peticiones que hace la gente por agua segura y las presenta a entidades, organizaciones y fundaciones que puedan ayudar. Es su forma de contribuir a reducir el problema.

El miedo es el otro gran villano que, al igual que a El Salado, afecta a muchas regiones del país, que se sienten afectadas porque la violencia siempre ha estado ahí, nunca se ha ido y eso forma parte del negocio de la guerra.

A pesar de los esfuerzos de reparación, en El Salado aún se vive con una sensación de inseguridad. En los últimos meses, algunos líderes comunales han recibido amenazas por su trabajo en el territorio. Gladys cree que esto rompe con el tejido social y piensa que es el principal problema por el que atraviesa su comunidad.

Nuestra Heroína piensa que lograr un desarrollo en su comunidad es la mejor forma de oponer resistencia. Con su ejemplo lo demuestra.

Cuando uno llega a El Salado y pregunta por Gladys, la gente señala con hacia la dirección donde está el ranchito de adobe donde funciona Asoprosal, la Asociación de Mujeres Productoras y Dobladores de Tabaco de El Salado. Ahí se reúnen a diario las tabacaleras y laboran de sol a sol para llenar los rollos que preparan para exportar.

La Asociación es uno de los emprendimientos que nuestra Heroína ayudó a crear para impulsar la economía campesina. Desde hace 20 años, los mismos que marcaron su historia, Gladys ha trabajado en proyectos y asociaciones que le aportan a su comunidad.

A menudo olvidamos que las mujeres deben seguir su vida tras las muertes de sus esposos, padres, hermanos o hijos. Olvidamos que se desplazan huyendo de estas muertes, o que emprenden la búsqueda de sus seres queridos desaparecidos, y afrontan los impactos sociales, físicos y psicológicos después de la violencia.

La historia de Gladys es una evidencia de esto, pero también nos habla de la superación y del liderazgo que hay detrás de estos eventos.

El sueño de nuestra Heroína es que en El Salado se pueda respirar paz, tranquilidad y que se mitiguen todas las necesidades por las que pasan las familias.


Dedicatoria:

Al terminar este especial, Gladys, Sirlis, Sandra, Sixta y nuestras dos Dianas, siguen trabajando por el desarrollo de sus comunidades. Ella son solo una muestra de las miles de Heroínas con las que nos cruzamos a diario. Mujeres que logran hazañas y lideran territorios que presentan retos gigantescos.  ¡Su dedicación es admirable!


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