Bolívar está entre los departamentos que presentan el mayor porcentaje de sedes educativas oficiales ubicadas en manzanas donde más de la mitad de las viviendas no tiene agua, con más del 23% de sus sedes en dichas condiciones.
Al inicio de la pandemia cuando las aulas de las escuelas cerraron, estudiantes, padres de familia y docentes se vieron ante un nuevo desafío. Primero fue la cuarentena rígida que se extendió y extendió, y luego la implementación de la educación a distancia.
La situación desnudó con crueldad la desigualdad en el acceso a la educación en el país. Mientras que hubo colegios que interrumpieron muy poco el proceso formativo, en otros quedaron prácticamente desarmados y con bajas posibilidades de avanzar. Tal es el caso de las instituciones educativas ubicadas en la zona insular de Cartagena de Indias.
“Si bien tuvimos que cerrar el colegio, me daba mucha pena dejar a mis estudiantes sin clases. Primero empecé a mandarles videos explicativos y tareas por WhatsApp a los papás. Luego empecé a darles clases por Zoom. Sin embargo, la mayoría de los niños no tienen computadores ni celulares, así que tuve que darles clases a las seis de la tarde cuando los papás volvían de trabajar y les prestaban”, relata la profesora Liliana Herrera, de la Institución Educativa De Tierra Bomba.
La profe Lily tiene 33 años y es una educadora que llegó a la Isla de Tierra Bomba en 2016. Ella se describe como una “apasionada” por la enseñanza. Sus ojos han visto una Colombia profunda, donde no hay luz eléctrica, alcantarillado, ni agua potable.
“Nunca me imaginé estar aquí enseñando. Mi padre también fue profesor y me heredó la vocación de enseñar. Tengo un hijo de seis años que es mi fortaleza, pero veo a mis estudiantes también como si fuesen mis hijos. Me siento tan orgullosa de ver lo emocionados que ellos se ponen por aprender, pero siempre hay algo que complica la enseñanza, bien sea el internet cuando estamos a distancia, o el agua cuando estamos presenciales”, cuenta.
Rodeados de mar pero sin agua
Para llegar a Tierrabomba, hay que salir desde el sector El Laguito en Cartagena, son diez minutos en embarcación. Luego hay un trayecto caminando. La única forma de acceder a ella es por vía marítima, por lo que la institución es la única opción que tienen los niños para estudiar.
Cuando la joven maestra arribó por primera vez a Tierrabomba, no pudo contener las lágrimas. Los demás docentes le explicaron que pese a que había grifos y baños, no había agua para usarlos. “Hay inodoros conectados a tanques que almacenan agua, pero muchas veces no tienen ni una gota. Cuando los niños tienen ganas de ir al baño o les da sed, deben salir del colegio, dirigirse a sus casas y luego volver”, le dijeron. El problema es más usual de lo que parece.
Si bien la educación a distancia en Colombia es a la distancia de un abismo, la presencialidad la iguala. De acuerdo con un estudio hecho en el año 2020 por el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana, en el sector oficial hay 11% de sedes educativas ubicadas en manzanas de zonas urbanas, rurales e insulares dónde más de la mitad de las viviendas no tienen acueducto, mientras que en el sector privado solo hay 1% en las mismas condiciones.
Para realizar dicho análisis, el LEE consultó la información respectiva con las entidades del sector de educación, con las bases del Censo Nacional de Población y Vivienda de 2018, del formulario de Educación Formal (EDUC) del 2019, y del Sistema de Identificación de Sedes Educativas (SISE). De igual manera, el estudio vislumbra las brechas dependiendo de la zona de ubicación de las sedes educativas, en donde las sedes educativas de la zona rural tienen mayor atraso en la tenencia de acueducto que las de zona urbana.
A nivel departamental, en departamentos como Quindío y Bogotá el porcentaje de sedes oficiales ubicadas en manzanas donde más de la mitad de las viviendas no tiene acueducto es nulo; mientras que, en departamentos como Magdalena, Córdoba, Chocó, San Andrés y Guainía, este porcentaje de sedes es mayor al 30%. En Bolívar, el porcentaje es mayor a 23%.
De acuerdo con el LEE, en las sedes sin el servicio, especialmente en áreas insulares y rurales, sus procesos educativos podrían seguir paralizados, lo cual tiene repercusiones negativas sobre el desarrollo académico, físico y de salud mental de los estudiantes. Esto sin mencionar las posibles consecuencias de la ausencia de clases sobre el aumento de la deserción, el trabajo y el reclutamiento de menores en grupos delincuenciales.
Un primer peldaño
Cada tres días, Tierrabomba se abastece de agua dulce gracias a buques que disponen la Armada Nacional y la Alcaldía de Cartagena. No obstante, no hay ningún tratamiento que las familias le hagan a este líquido. Por eso, para garantizar que el agua que consuman los estudiantes de la profe Lily sea segura, en la Institución Educativa de Tierrabomba hicimos la entrega de filtros potabilizadores para ayudar a reducir el problema.
Hoy en día la profesora espera ilusionada el regreso de sus estudiantes a clases. Con alegría les contará la buena noticia: Ya no es necesario que salgan del aula hasta sus casas cuando tengan sed, ahora cuentan con filtros que purifican el líquido haciendo que las jornadas no sean interrumpidas.
En poblaciones como Tierrabomba la garantía de bienes y servicios básicos como es el agua potable contribuyen a la calidad de vida humana y a la promoción de derechos esenciales como la educación. Independientemente de la pandemia, el Estado debe realizar una fuerte inversión en infraestructura que permita prestar este servicio con todas las garantías, en condiciones dignas y para evitar mayores desigualdades.
Es importante preguntarnos: ¿Hasta cuándo este factor seguirá agudizando el problema de inequidad en el país?