Pita: Agua segura para una Tierra de Paz

El visitante primerizo solo cae en cuenta que va llegando a Pita cuando escucha el ladrido de los perros y la algarabía de los niños, mientras el sol del mediodía se asoma entre la vegetación espesa que cubre el camino.

Pita es un caserío del Atlántico al que se llega después de pasar por Las Tablas y atravesar una trocha. Recorrer el camino puede variar entre 10 y 15 minutos en carro o en motocicleta, o hasta cuarenta minutos caminando. En días lluviosos, cuando el barro es capaz de atollar cualquier vehículo, cruzar los tres kilómetros entre un corregimiento y otro se convierte en una travesía.

En el trayecto solo se escuchan a los campesinos dando machetazos a la siembra para cosechar yuca, ñame, aguacate, mango, mamoncillos, entre otras hortalizas y frutas. En las lomas de barro empinadas, las vacas acompañan las subidas y los burros las bajadas, asemejando el camino a una montaña rusa de feria.

En la plaza de Pita, un monumento a San Roque da la bienvenida a propios y visitantes. Esta misma plaza, fue testigo de la doble incursión del Bloque Norte de las AUC que dejó siete habitantes muertos entre los años 2000 y 2003.

Pita recibe su nombre por la “mata de fique” de la que los campesinos sacan el bejuco para fabricar la cabuya que usan en actividades del campo. Las casas de madera pintadas de variopintos colores, acogen a más de 110 víctimas, agrupadas en 30 familias, que retornaron a la vereda luego de haber sido testigos del asesinato de siete hombres y de desplazarse a otros municipios de la zona en donde padecieron múltiples necesidades.

Orlando Romero, líder comunitario, resalta que en la comunidad hacen el esfuerzo por vivir tranquilos desde que el conflicto armado los afectó por última vez hace 17 años. Para él “los malos recuerdos siguen latentes, pese a que el miedo ha desaparecido”. En la época de la barbarie, uno de los siete asesinados por los paramilitares era su primo.

Entre los años 2000 y 2003, la comunidad de Pita fue afectada por el conflicto armado. Hoy, después de un extenso proceso de reparación, se han proclamado como una Tierra de Paz.

El agua y la pita

Orlando nos recibe en la casa comunal, cuyas paredes exteriores, de color blanco y rosado, consignan la leyenda “Pita, territorio de paz”. Diariamente, bajo la sombra del lugar, realiza la actividad que le permite distraer los recuerdos: Producir la pita.

Sentado en una banca de madera hueca, toma pencas y corta con su afilado cuchillo los bordes de estas. Luego con un palo de madera, machuca el cuerpo de la mata hasta que la cubierta se va resquebrajando y con ello sobresalen los hilos húmedos que saca poco a poco. Con el mismo cuchillo raspa los restos de la penca y, finalmente, teje los hilos para formar una pita.

Según él, el uso de la pita depende de su grosor; una pita elaborada con dos pencas podría usarse para hacer trampas de animales de monte o amarrar gallinas, mientras que una hecha con más de dos pencas podría servir para la confección de mochilas.

Las pencas que sirven de materia prima, crecen a orillas de un manantial, una de las únicas fuentes de agua con las que cuentan los habitantes. En Pita, no corría agua potable desde que fue creado el pueblo, hace más de 50 años.

En 2016 se produjo una excepción: Como parte de las estrategias de reparación a las víctimas por parte de la Unidad para las Víctimas Territorial Atlántico, la Alcaldía municipal de Repelón invirtió cerca de 20 millones de pesos en mano de obra calificada para la construcción de un mini acueducto. Sin embargo, meses después de entregadas las obras, este dejó de funcionar.

Hoy en día, Pita no cuenta con agua segura. El manantial, que hace las veces de acueducto, es compartido con animales silvestres y ganado. El mismo está seco en dos de las cuatro estaciones del año. En temporada seca se convierte en un terreno desértico que solo lo frecuentan los goleros y las mariamulatas que se dan cita para despedazar los cuerpos inertes de peces y roedores.

Cuando hay sequías, las familias se abastecen de agua que compran y transportan en canecas desde Las Tablas. Una sola caneca tiene un costo de $1000, que incluye la negociación del líquido y el favor de transportarlo. En una semana, una familia de cuatro miembros destina dinero para hacerse con hasta seis canecas para su consumo.

Hagamos cálculos: Según Orlando, un metro de pita cuesta $500. Entonces, debe vender 12 metros de pita para hacerse con seis canecas con agua. El proceso debe repetirlo cada semana al menos dos veces, porque en su vivienda viven más de cuatro personas.

En su hogar no le hacen un tratamiento al agua, es decir, no la hierven. En cambio, tienen otras formas de “deshacerse” de las bacterias: el cloro, un modelo repetitivo que, pese a que no asegura una completa efectividad, hace que las familias sientan que consumen agua limpia.

Motivados a cambiar esta dinámica, en Pita hicimos la entrega de filtros purificadores de agua, para mejorar las condiciones de salubridad en los hogares de las familias, en el cuidado de los alimentos e higiene de los niños, y la disminución de infecciones y enfermedades.

Conoce más aquí.

Articulados con One Young World y TECHO llevamos a cabo la entrega de filtros purificadores y kits de higiene.

Algunos avances en la reparación

Desde 2013 hasta 2018, la Unidad de Víctimas dispuso para los habitantes de Pita jornadas de atención, orientación y acompañamiento en el factor psicosocial desde la estrategia “Entrelazando”. Esta formó parte de la Ruta de Reparación Colectiva, en donde se trabajó con las víctimas la recuperación del tejido social y la superación del duelo, y se gestionó con entidades territoriales y el sector privado la entrega de regalos de navidad, artículos escolares, entre otros.

En el 2015, la Unidad puso en marcha con la Gobernación del Atlántico y en asocio con Techo, un plan de construcción y mejoramiento de viviendas, y reconstrucción del pequeño parque donde se halla la estatua de San Roque, así como de la cancha de fútbol y la de baloncesto con la entrega de marcos y tableros con canasta, para cada juego.

También se dispuso de proyectos productivos en donde se hizo entrega de árboles de aguacate, semillas y abono para incentivar y reactivar la vocación agrícola de la población. Además, los niños, niñas y adolescentes cuentan con acceso a los programas del ICBF.

Con el proyecto “Higiene Grata” cambiamos hábitos y comportamientos relacionados con prácticas de higiene y el tratamiento del agua en el punto de consumo.

Trabajando por honrar la memoria de las víctimas

El 30 de septiembre de 2003 los paramilitares asesinaron a Félix Caraballo y Daniel Montero en la comunidad. Cada 29 de septiembre, la comunidad de Pita recuerda a sus muertos y lleva a cabo una vigilia por la Paz.

Para Orlando, la forma de honrar la memoria de las víctimas de la masacre de Pita, es trabajar por llevar proyectos sustentables que mejoren la calidad de vida de los habitantes.

Al salir de la vereda, próximos a la “Y” de la Cienaguita, camino de Pita a Las Tablas, nos topamos con el monumento construido a Félix Caraballo, que nos recuerda la importancia de seguir llevando los esencial a los territorios que históricamente han sido violentados.

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