Mientras mastica una hoja de ayahuasca bajo la raquítica sombra de un árbol seco, Héctor Rodríguez Anchila, presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales y de Cultivo, CRÍAPEZ, se pregunta si la sensación térmica de la tarde es el presagio del bajón que sufrirá el río en los próximos días. Todos los veranos de las últimas tres décadas, los ríos que bajan desde la Sierra y los que atraviesan el Magdalena registran un descenso significativo en sus caudales. Los ríos Manzanares y Bonda no están exentos al fenómeno, y en los últimos años el crecimiento urbanístico y demográfico acelerado ha endurecido la crisis.
Héctor es habitante de Isla del Rosario, con cabecera municipal en Pueblo Viejo, se ha dedicado a la pesca desde que tiene conciencia y en los últimos años fundó junto con otros trece compañeros la Asociación. Su historia importa porque le está apostando a la descontaminación de la Ciénaga Grande para avanzar en la potabilización del agua; para mitigar un poco la crisis, adaptaron un prototipo de un híbrido entre canoa y bicicleta, con aspas que a su paso recogen los desperdicios sólidos en el humedal, facilitando su limpieza. La aspiración es contar en unos años con más modelos que los acerquen al sueño de tener agua limpia y accesible en su corregimiento.
En Pueblo Nuevo dejaron de recibir el líquido desde su acta de fundación. Los alcaldes que han pasado han hecho vagos esfuerzos por incorporar el acueducto a la infraestructura del poblado. “Cuando no hay lluvia, salimos los miércoles desde la mañana a la calle con la carretilla llena de pimpinas y una motobomba para hacer filas en Ciénaga, que es en la única parte donde llega el agua”, manifiesta. “Esa es la forma más práctica que tenemos para abastecernos, porque la Ciénaga está contaminada y el agua no es apta para el consumo humano“.
En la ciudad el panorama no es distinto: actualmente en más de 150 barrios de Santa Marta el agua ha dejado de llegar. En ocasiones tarda días; otras veces semanas. En promedio, se necesitan 2.500 litros por segundo para abastecerla por completo, pero toda la red que conforma el acueducto produce alrededor de 1.500 LP, lo cual en tiempo seco se reduce a 1.200 LP.
En El Pando, barrio ubicado en el suroriente de la ciudad, varios vecinos nos manifestaron sus inconformidades con el servicio. “Ya nos tienen acostumbrados a que el agua tarde hasta 15 días en venir, esto es algo que pasamos todos los años y los alcaldes que pasan no resuelven el problema. Cuando no llueve y se vacían las albercas, nos toca poner candado a la tapa del tubo madre y conectar dos veces por semana una motobomba que extrae agua para rellenar los tanques. Si esa agua se acaba, nos toca comprar paquetes de bolsa de agua en la tienda o pimpinas a los carrotanques“, manifiesta un samario que prefirió no revelar su nombre.
En entrevista para un medio nacional, Antonio Nieto, exdirector operativo y de mantenimiento de la Essmar, expresó que, sumado a la falta de lluvias, “la parte alta no se está cuidando adecuadamente, hay mucha deforestación y un poco de fenómenos adicionales que están haciendo que los caudales sean cada vez menores”. Al respecto, Ati Gúndiwa, líder indígena sostiene que desde los pueblos indígenas se le ha exigido a las autoridades la protección del agua y de la sierra como un territorio sagrado, sin obtener respuesta.
De acuerdo con el Ingeniero Agrónomo Manuel Pinto Zapata, para nivelar el consumo humano y agropecuario con el suministro del líquido, hay que conocer el papel que cumplen las macrocuencas hídricas y los distritos de riego para darles un uso adecuado. En la Sierra Nevada actualmente existen tres macrocuencas importantes:
La macrocuenca Del Caribe (que abarca los ríos que van de occidente a oriente Cordoba, Toribio, Gaira, Manzanares, Piedra, Guachaca, Mendihuaca, Buritaca, Don Diego y Palomino), la Macrocuenca del Magdalena (con los ríos Sevilla, Tucurinca, Aracata y Fundación que desembocan en la Ciénaga) y la Macrocuenca del Cesar (al lado oriental y extremo sur de la Sierra Nevada).
Para el experto, la manera más eficaz de cimentar prácticas sostenibles con el medio ambiente y evitar el daño climático que incide directamente en la calidad de vida de los habitantes, debe basarse en lo siguiente:
- La creación de grupos de trabajo por cada río conformados por estudiantes de ciencias afines, para orientar a las personas con influencia sobre el río y zonas adyacentes con el ánimo de lograr el uso racional del agua y hacer una conservación de las cuencas.
- Censar a las familias que viven en la parte alta, media y baja con el fin de convertirlas en guardabosques y controlar las actividades de ganadería para evitar la deforestación en las cuencas.
- Calcular con cuánta agua se cuenta por río en litros por segundo y cuánta se pierde en el trayecto a la desembocadura, contemplando la creación de reservas “tipo castor” en las zonas donde habite población vulnerable que requiera del líquido para su subsistencia en primera instancia.
- Hacer un censo del sector agropecuario para saber cuál es el área de siembra de los diferentes cultivos, cabezas de ganado y maquinaría, para determinar los requerimientos de agua de cada uno de ellos según sus balances hídricos, teniendo en cuenta el suelo en la parte física y química.
- Involucrar a las entidades jurídicas, administrativas y políticas en el compromiso y puesta en marcha de las estrategias ambientales ya mencionadas.
No obstante, mientras se llega a un consenso sobre qué medidas tomar ante la inexorable visita anual de la sequía, el problema del agua persiste y cada día más familias tienen sed.
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